Desde hace varios años estamos viviendo una progresiva caída de los precios en el segmento del hardware. Este fenómeno se está produciendo en un entorno marcado por la concurrencia de un número de fabricantes cada vez mayor en el mercado, entre los que figuran compañías de países asiáticos que han entrado a competir en el mercado europeo con equipos más baratos, fabricados con menores costes, en algunos casos en detrimento de su calidad y seguridad.
No hay que olvidar, tampoco, que en los últimos tiempos el mercado tecnológico ha ido entrando en un proceso de madurez que ha supuesto un abaratamiento en la incorporación de nuevas tecnologías y en la producción de los equipos y, por consiguiente, un ajuste a la baja de los precios. Sin embargo, los efectos de este descenso imparable se están dejando sentir fuertemente en todo el sector.
Los actuales niveles de precios están generando un estrechamiento cada vez mayor en los márgenes de las compañías de TI, lo que les resta capacidad de maniobra y de competitividad de cara al futuro. Éste es un fenómeno que se extiende a todos los elementos de la cadena en el proceso global de comercialización de los productos, desde el fabricante hasta el punto de venta, pasando por los mayoristas y distribuidores. Pero, además, este constante descenso en los precios está creando una percepción totalmente distorsionada en el cliente final sobre el valor de la tecnología y le está restando criterio a la hora de elegir las mejores opciones de compra.
Podemos constatar que en estos momentos de desaceleración económica, muchas empresas están entrando en un bucle con la aplicación de sucesivas bajadas de precios, especialmente en el mercado de consumo, como fórmula ‘cortoplacista’ para afrontar la crisis y aumentar las ventas. Éste es un círculo que es necesario romper con la búsqueda de alternativas para dinamizar este segmento de mercado.
Es esencial para la salud de la industria hacer frente al actual momento de crisis con vías de actuación que no pongan en peligro la competitividad y rentabilidad de las compañías. Las bases para competir deben partir de un profundo conocimiento de las necesidades de los clientes a través de una mayor cercanía a los mismos, a fin de proporcionar productos que aporten un diferencial en cuanto a prestaciones e innovación, y que ofrezcan altos niveles de calidad, soporte y servicio.
Igualmente, las compañías del sector tecnológico tendrán que realizar un esfuerzo para optimizar sus procesos de producción y comercialización, reforzando las relaciones con ‘partners’ de confianza y apostando al máximo por su canal de distribución, de manera que puedan reaccionar rápidamente y cubrir de forma totalmente flexible las necesidades de sus clientes con un adecuado nivel de costes.
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